Quiero decirle a nuestra mirada (y digo nuestra porque cuando nos mirábamos no había 4 ojos y dos miradas) que deje de decirme lo que no quiero escuchar, que deje de enseñarme unos ojos a los cuales no puedo mirar y que, por otra parte, no creo que deje de soñar nunca con ellos.
Y con tristeza los míos se llenarán del océano que nunca nos debió separar, por saber que la vida sin nosotros ya no es tanta vida.